El juego de a"membruño" consistía en poner en una mano/olla un número indeterminado de "santos" o "vistas" y se tapaban con la otra mano.
A continuación el otro jugador en liza decía: "A membruño, alza el puño". Entonces el jugador, que tenía tapados los "santos", levantaba y bajaba otra vez la mano con rapidez para evitar que el contrario viera con claridad los "santos" que tenía escondidos en la mano. Seguidamente preguntaba: ¿Sobre cuántos? (se sobreentiende "santos"). Entonces decía un número (1, 2, 3, etc.), se levantaba la mano/tapadera y se contaban los "santos"; si acertaba pasaban todos a su poder pero si no acertaba pagaba la diferencia (por encima o por debajo). A continuación se cambiaban los papeles.
Era muy común hacer trampas, una de ellas consistía en sujetar, con la palma de la mano/tapadera, un "santo". ¿Por qué? Muy sencillo, porque si el jugador acertaba el número de "santos"que tenía en la palma de la mano/olla (que estaba boca-arriba), muy disimuladamente, abría un poco su mano/tapadera y caía el "santo" que tenía retenido en ella. De este modo evitaría que el contrario acertara con el número de santos que tenía en la mano/olla y se los ganara. Así resultaba un "mal menor" al ganar un "santo" y no perder todos los que tenía en la mano/olla.
Como veis había habilidades "indecentes"(ja-ja-ja) hasta para unos juegos, que no iban más allá que la pérdida de unos "santos", que la mayoría de las veces los habíamos conseguido en las barreduras del bar del pueblo, donde iban las cajas de cerillas vacías que antes habían tirado los fumadores jugando las partidas de cartas, parchís, ajedrez o dominó.
Autor:Jesús Castro Domínguez.
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