Ampelio-Felipe Barba Chamorro, beato de Pozoantiguo. |
Otra vez que me desvié del asunto que nos ocupa
¡es tanto el amor que siento por mi pueblo, que me olvido de todo lo que me rodea!
De todos modos las canas, la senectud, va haciendo estragos en mi mente, pero
no perdamos más tiempo, vayamos al meollo de la cuestión: dos días después de
nacer, como lo mandaba la ley, mi padre me fue a inscribir en el Registro civil
del Ayuntamiento, entonces Casa Consistorial o Consistorio.
Dicha inscripción fue realizada por el Secretario, Mamerto Puga, en presencia del juez, Bartolomé Rodríguez, ante quienes compareció mi progenitor a las dos de la tarde del día 7 de dicho mes y año, acompañado, como testigos, por Juan Chamorro y Francisco Ramos.
Ayuntamiento o Casa Consistorial de Pozoantiguo. |
Dicha inscripción fue realizada por el Secretario, Mamerto Puga, en presencia del juez, Bartolomé Rodríguez, ante quienes compareció mi progenitor a las dos de la tarde del día 7 de dicho mes y año, acompañado, como testigos, por Juan Chamorro y Francisco Ramos.
Mis abuelos paternos fueron José Barba y Catalina
Domínguez y los maternos Segundo Chamorro y María Pérez.
Altar mayor de la desaparecida iglesia parroquial de san Pedro Apóstol. |
También os descubriré otro secreto, a pesar de
haber nacido más cerca de la iglesia parroquial de San Juan Bautista, por la
casa paterna, fui bautizado en la de San Pedro Apóstol, más próxima a la casa
de mis abuelos paternos, pero según afirma el señor cura párroco de San Pedro,
Dr. Lorenzo Temprano, mis padres eran feligreses de su parroquia, punto a
estudiar en otro momento.
Mis padrinos bautismales fueron mis tíos Julián
Chamorro y María Barba, tres días después de nacer fui bautizado; como testigos
tuve a Baltasar Bragado y Antonio Gañán.
¡Hagamos un inciso!: Antonio Gañán, casi con
certeza, es Antonio Gañán Barba, nacido el 4 de agosto de 1823 y bautizado el
día 6 del mismo mes y año en la parroquia de San Juan Bautista- tatarabuelo del
autor de este trabajo, por línea materna- pariente próximo de mi padre, Rafael Barba Domínguez.
D) Mi infancia (recordando a nuestro pueblo).
Hablemos de nuestro pueblo ¡cómo ha cambiado! En
1890 tenía más de mil habitantes y ahora no llega a los 300. Había tres
parroquias, con su cura-párroco respectivo, la de San Juan Bautista, con D.
Camilo Milán, la del Salvador con D. Eugenio Tiedra y la de San Pedro Apóstol
con D. Miguel Fernández, ahora sólo una parroquia: la de San Juan Bautista; la
de San Pedro Apóstol la dejamos caer así como la del Salvador que también se
comenzó a caer (ahora restaurada por la Junta de C.y L.).
Para la instrucción básica, llamemos educación
infantil y primaria, estaban Dña. Micaela Barba, para las niñas y D. Manuel
Gonzáles Ruiz para los niños, hoy cerradas por falta de alumnos.
Otras autoridades civiles eran: médico D. Pedro
Morales; abogado D. Francisco Rodríguez
Rodríguez; fiscal D. Santos Herce y de juez municipal Leandro Rodríguez.
En mi infancia me gustaba jugar por las calles y
observar como trabajaban los constructores de carros (Leandro Barba, Álvaro
Calvo, Juan y Miguel Castellanos, Bartolomé Madroño y Fulgencio Vaquero) y los
herreros (Eulogio García, Bonifacio Matilla, Valentín Temprano y Felipe
Chamorro). Este último, el más querido por mi, al ser mi familiar. Precisamente
con él aguzaba mi padre las rejas y los formones, “a golpe de macho y martillo”
para poder labrar la tierra, como tantos labradores de entonces. Estos
profesionales eran claves para el progreso de nuestro pueblo y del campo, del
que vivíamos mi familia y yo.
También eran muy importantes los comerciantes
(Néstor y Ramón Barba, los hijos de Fabián Matilla, Isaac Pérez y Rogelio
Matilla), la tienda de comestibles (Juan Gamazo), los dulces (Juan Jiménez,
Jacinto López y Fabiana Matilla) y las destilerías de aguardiente (José
Álvarez, Ildefonso González y herederas de Calvo). ¡Cuántas veces las visité
con mi madre para “hacer la compra”! y cuando ya me valía por mi mismo iba a
“hacer los recaos,” como decían en el pueblo los mayores, los que nos mandaban
y nosotros no nos negábamos ya que, algunas veces, nos daban una golosina o
“algún centimillo”.
Llegado a este punto os tengo que agradecer
el haber podido recordar aquellos años de mi pueblo. Quizá algún día os
pueda contar más anécdotas (como cuando vine de Filipinas con una enorme barba
y demacrado y alguien de mi familia no me abrió la puerta, al no reconocerme,
teniendo que bajar a la fragua a ver a mi otro pariente para que me llevara a
casa). Puede que, ese día también os tenga que dar las gracias por la
colocación de algún “recuerdo” mío en el pueblo. Pero de ello ya se hablará más
adelante.
Jesús Castro Domínguez.
www.http://pozoantiguoysusgentes.blogspot.com
Jesús Castro Domínguez.
www.http://pozoantiguoysusgentes.blogspot.com
Este artículo fue publicado, en el "Dominical" de "La Opinión-El Correo de Zamora, del día 2 de Mayo de 2008.
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