El juego de "a la pared" es un sencillo juego en el cual el objeto protagonista es el "santo" o "vista". Dichos "santos" los arrojamos golpeandolos contra la pared. No es un juego agresivo,...ni mucho menos. Veamos cómo se desarrolla.
Sobre una pared cualquiera se marca una línea horizontal, a una distancia de medio metro sobre el nivel del suelo. A continuación, después de realizar el "sorteo", para ver el orden de salida de los jugadores (orden que se mantiene mientras dura el juego, a pesar de que dejen de participar alguno o algunos de los mismos), se "lanza" o se "deja caer" un "santo" tocando la pared. Es obligatorio que cada "santo", antes de caer al suelo, toque o roce la pared por encima de la línea marcada en la misma.
Dichos "santos" van "ocupando" un espacio en el suelo. El primero tenía todo el espacio para él, pero el jugador intentaba que cayera alejado de la pared. El motivo es muy sencillo: Evitar que alguno, de los sucesivos santos, no "cingue"con él (caiga encima de él).
Os decía que se "lanza" o se "deja caer". ¿Cuándo se utiliza cada una de estas "tácticas" o "técnicas"en este juego? Es muy sencillo y claro: Se "lanza" con fuerza, golpeando la pared con el "santo" (nunca se golpea la pared con la mano con la que portamos el "santo"), cuando se intenta alejar el "santo" de la pared; por el contrario, se "deja caer" cuando deseamos que el "santo" se deposite cerca de la pared.
El objetivo a conseguir es que el "santo" último, que caiga al suelo, lo haga "cingando" sobre alguno de los que están ya en el suelo, es decir, caer sobre alguno (o varios de ellos), tapandolo/s total o parcialmente. De ocurrir esto último, el autor (que ha tirado el "santo") gana la jugada y recoge del suelo todos los "santos" depositados en él.
A continuación se inicia una nueva jugada, siguiendo el turno fijado (y las técnicas o tácticas enseñadas por los mayores a los más pequeños) y seguir divirtiéndonos y pasando un rato agradable con el resto de los jugadores. Así de sencillo y entretenido es este juego.
Ni que decir tiene que si un jugador se quedaba sin "vistas" o "santos" siempre podía recurrir a pedirlos prestados a otro jugador o bien comprarlos por una módica cantidad de dinero; por lo general, a céntimo cada "santo" si era viejo, o a dos o tres céntimos... si era nuevo. Cualquiera "disponía de ese capital" de unos céntimos: Una "perra chica" (cinco céntimos) o una "perra gorda" (diez céntimos); ya no hablamos de una moneda de dos reales (o cincuenta céntimos de peseta). Así de barato resultaba jugar con los "santos" en nuestra infancia.
Autor: Jesús Castro Domínguez.
http://pozoantiguoysusgentes.blogspot.com
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